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Cuando ves a una persona como Juanjo, solo puedes creerla, trabajador, familiar, lo consideramos el chico de oro del vino, una persona con cuerpo de torero y lleno de cornadas en las manos.

Se sitúa en Ahillas, una aldea perdida de Valencia, donde elabora junto a toda su amable familia (que le ha seguido). Abierto a quien quiera ayudarle y disfrutar, viendo como este callado líder se forja ese futuro prometedor.

Sus vinos, un rosado al que no se le da la importancia que merece; un terciopelo líquido llamado Flor de Ahillas blanco; un trabajado Ahillas tinto. Y algunas veces, nos da miel con dos vinos de fincas, el Maldito Tinto y la Madura Blanco.